Siluetas de edificios, bolas de Navidad, cuadrados blancos y palabras como paz, fraternidad y generosidad se han subido a las alturas de las calles más comerciales e importantes de Madrid. Los niños ya no saben a qué atenerse ¿Papá Noel o los Reyes Magos? El pistoletazo de salida a estas fiestas lo ha dado la emblemática lotería de Navidad, y van a cerrarse con la del Niño. Y mientras, los grandes almacenes haciendo su agosto.
Desde pequeño me han enseñado que en el día de Navidad se celebra el nacimiento de Jesucristo y que por eso ponemos un belén y cantamos villancicos. Nos hacemos regalos porque Él fue un regalo a la humanidad y por lo del oro, el incienso y la mirra, no sé si les sonará... El árbol de Navidad simboliza el del paraíso y su consecuente pecado original y nos recuerda que Jesucristo es el Mesías, y al ser de hoja perenne a la vida eterna. Las velas, las luces, el acebo, la flor de Pascua, el color rojo... Todo tiene su significado pero pregúntele a quien quiera si lo sabe, o si al menos, lo intuye. Y del Adviento ya ni hablemos (me lo está poniendo incluso en rojo el corrector). Creo que el sentido de la Navidad en la actualidad es el de reunir a la familia y cenar en Nochebuena todos juntos y, al día siguiente, volver a hacer lo mismo con un gran banquete, y si cae algún regalito como hemos visto hacer a los americanos pues mejor que mejor.
No tengo claro a quién se adora ahora en Navidad, si al Señor Jesucristo, o al poderoso caballero Don Dinero. Estoy a favor de que la gente se reúna entorno a la mesa y que utilice la Navidad como excusa, estoy a favor de que haya regalos en todos los hogares y de que se feliciten unos a otros estas fiestas. Pero no de que gente no creyente utilice símbolos religiosos como mero adorno. Porque hay gente para la que la Navidad no tiene sentido sin regalos, pero para mí no tiene sentido sin Dios.
¡FELIZ NAVIDAD!