Plaza de España (Sevilla). |
Ni yo, ni usted podemos
predecir el futuro. Quien nos llame adivinos es un necio. Aunque, a pesar de
ello, sí que nos pueden dar la razón. Lo que, por cierto, es una de las cosas
que más placer le puede producir a un español. Pocos, muy pocos eran los que no
se esperaban que pasase esto después de las elecciones del 20 de noviembre. Y
menos después de tantas reformas en tan poco tiempo. Por fin la izquierda se ha
levantado ¡y de qué manera! Manifestaciones en toda España y hasta con la
internacional de fondo. Uno de los fenómenos que, en los tres años que llevo
estudiando los medios de comunicación, he visto repetidamente y desde distintos
ángulos es la desinformación. La sustitución de la profundización en el
detalle de la noticia por la rapidez en enviar la superficie del suceso. Y este
bisoño periodista se pregunta: ¿Todos los que hemos visto en tantas manifestaciones
están completamente informados de lo que significa esta reforma laboral? Aseguro
que carezco de bola de cristal, pero creo saber la respuesta. De todas formas,
no parecen preocuparle al Gobierno ni las protestas ni las convocaciones a
huelgas generales. Aunque a esto último, con la que está cayendo, sólo se
apuntarán los que nos llamen adivinos.
Carnaval de Venecia. |
Y mientras en Sevilla parece
brillar un cielo azul sobre la Plaza de España, el mundo celebra con jolgorio
los últimos días antes de la cuaresma. Claro que, en estos tiempos son tan pocos
los que se pueden permitir las celebraciones, como los que van a notar
diferencia en este tiempo de ayuno y abstinencia que se aproxima. Carnaval es
tiempo para darse el capricho y caer en los vicios. Es la época del exceso, y
eso está bien, pero con moderación. Lo acostumbrado además es disfrazarse. Pasando
por alto aquellos estultos que portan vestidos religiosos, mofándose de las
personas que han decidido consagrar su vida a esas creencias. Porque no merece
la pena mencionar a esos majaderos. Porque hacer un simple comentario a tales
tarugos sólo es rebajarse a su nivel de ceporros. Y ni me voy a dignar en calificarles, por mucho que su elección en la gran oferta de disfraces
disponibles denote su personalidad de simples, zoquetes, pazguatos, merluzos, pusilánimes,
lerdos, fatuos y torpes memos. Así, que sin detenerme más en el tema, como
decía, es costumbre disfrazarse. Pero existe la teoría de que los disfraces,
más que ocultar quienes somos, muestra a los demás algo sobre nuestra personalidad,
un profundo anhelo relacionado con nuestras ambiciones. ¿Qué disfraz se pondría
Rajoy? ¿Y Rubalcaba? ¿Y usted? Esperemos que algo de las tristezas que genera
la crisis se las lleve la sardina a la tumba, y que este carnaval ayude a
mantener el buen humor y las esperanzas de España.
1 comentario:
Estoy de acuerdo, no nos informamos, en parte porque nos fiamos de cualquier chismorreo, son famosos los mentideros de la villa, y por otra parte algunos de los informadores no tienen rigor.
Hablando de información voy a aportar mi granito de arena con la palabra CARNAVAL, en español Carnaval aparece en el diccionario de Nebrija (1495), en el que se define "Carnaval o carnes tollendas: carnis priuium (privación de la carne)".
Aunque el origen de la palabra, viene del italiano carnevale / carne levare (quitar la carne) porque después del Carnaval los católicos inician el periodos de Cuaresma (40 días sin comer carne).
Nuestra cuaresma va a durar más de 40 días...
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