lunes, 18 de febrero de 2013

Y la noticia de la semana es para...

Rayo caído en la Basílica de San Pedro el día del anuncio
Con toda la humildad que le ha sido posible Benedicto XVI, el Papa, anunciaba su renuncia al pontificado para el próximo 28 de febrero. No cambiaremos de mes con el Papa. En una semana que se pensaba que iba a protagonizar el día de los enamorados, una etiqueta que ya no engaña a nadie, y menos cuando no hay tarjeta para tanto sobre. Y mientras los medios se matan para recoger las últimas imágenes y sonidos del Papa antes de que se esconda del mundo para rezar por nosotros, se suceden los debates sobre lo que se hará con el anillo de San Pedro. No se ceja en el empeño de recordar que todo varón célibe es susceptible de ser elegido por un cónclave que aún no se ha reunido. El asombro de que, en pleno siglo XXI el Papa se «vea incapaz de seguir con la tarea que se le ha encomendado», se combina con las cavilaciones de si el próximo Papa será negro por aquello del protagonismo africano, o quizá Italia vuelva a tomar las riendas de su vecino Vaticano. España mantiene una esperanza secreta en Monseñor Rouco Varela mientras nace el clamor por un pontífice joven. Pero el sexto Papa en renunciar a su cargo, y el único en hacerlo en casi 600 años, no era el único tema de la semana. 

Anuncio de una marca de radio.
El miércoles de ceniza se celebraba el Día Mundial de la Radio. La Academia de las Artes y las Ciencias Radiofónicas se encargaba de recordarlo con la gala de premios que celebraba un año más. Un medio cuyo cáncer y salvavidas es el egocéntrico deporte y los nada rentables servicios informativos. Curioso que la fecha sea la de la muerte de Larra. El medio que menos ruido hace siendo el sonido su único vehículo. La gran desconocida de muchos, pero amada por quien la descubre. La confidente y más compañera. La eterna amiga de todo y de todos: La Radio. Un homenaje que nada tenía que ver con los premios de ayer...: Los Goya. Bohemios que se hacen llamar artistas y que sólo algunos lo son, y otros para lo que lo son. Los Goya politizados y manchados por el comunismo, el independentismo y el socialismo. La gala hipócrita, burda, acomplejada, manipulada, cutre. Llegan a hablar más de recortes y se cortan ellos con los sobres, aunque luego se confundiesen igualmente para otorgar el galardón a actrices que se desnudan en películas subvencionadas para reivindicar una igualdad feminista. O una actriz que sólo la conocen en su pueblo (perdido normalmente por provincias catalanas) que aprovecha el premio para criticar al Gobierno y pedir trabajo sacando a su hija a colación. Son los premios que llevan 27 años ocupando la televisión pública con esos desagradecidos, profesionales en tocarle la coronilla a un Goya que cada año tiene más cara de mala leche. Menos mal que todavía podemos cerrar los ojos y encender un transistor.


Es una opción

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