Rayo caído en la Basílica de San Pedro el día del anuncio |
Anuncio de una marca de radio. |
El miércoles de ceniza se celebraba el Día Mundial de la Radio. La Academia de las Artes y las Ciencias Radiofónicas se encargaba de recordarlo con la gala de premios que celebraba un año más. Un medio cuyo cáncer y salvavidas es el egocéntrico deporte y los nada rentables servicios informativos. Curioso que la fecha sea la de la muerte de Larra. El medio que menos ruido hace siendo el sonido su único vehículo. La gran desconocida de muchos, pero amada por quien la descubre. La confidente y más compañera. La eterna amiga de todo y de todos: La Radio. Un homenaje que nada tenía que ver con los premios de ayer...: Los Goya. Bohemios que se hacen llamar artistas y que sólo algunos lo son, y otros para lo que lo son. Los Goya politizados y manchados por el comunismo, el independentismo y el socialismo. La gala hipócrita, burda, acomplejada, manipulada, cutre. Llegan a hablar más de recortes y se cortan ellos con los sobres, aunque luego se confundiesen igualmente para otorgar el galardón a actrices que se desnudan en películas subvencionadas para reivindicar una igualdad feminista. O una actriz que sólo la conocen en su pueblo (perdido normalmente por provincias catalanas) que aprovecha el premio para criticar al Gobierno y pedir trabajo sacando a su hija a colación. Son los premios que llevan 27 años ocupando la televisión pública con esos desagradecidos, profesionales en tocarle la coronilla a un Goya que cada año tiene más cara de mala leche. Menos mal que todavía podemos cerrar los ojos y encender un transistor.
Es una opción
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