Adornos de Navidad |
Toca recoger los adornos de toda la casa, desmontar el árbol de Navidad y guardar el Belén para el año que viene. Es tiempo de cumplir los propósitos que nos hicimos cuando nos tomamos las uvas y de acostumbrarnos a escribir 2013, por muy raro que nos parezca todavía. Es hora de retomar la vida diaria con el aliciente de estrenar los regalos que no cambiemos el primer día de rebajas. Y para los medios, parece que tenemos que hacer balance de unas navidades peculiares. Unas fiestas que han tenido mucho contacto con la realidad por la pertinaz crisis que se ha notado en los obsequios de sus Majestades de Oriente. Pero sobre todo han sido unas Navidades Reales por el protagonismo que ha tenido la realeza este año en estas fiestas. No sólo por sus señorías Melchor, Gaspar y Baltasar, sino por el 75 cumpleaños de su majestad Juan Carlos I de España que ofrecía un polémico discurso a través de la televisión pública.
Un rey perteneciente a la generación de la libertad, como él mismo la ha definido. Padre del príncipe mejor preparado de la Historia. Precursor de la transición ejemplar de cuya estela se alimenta nuestra democracia actual, para bien y para mal. Símbolo de la unidad de un país cuyas políticas secesionistas afirma que le duelen, y con razón. En definitiva, una entrevista que podía haber estado mejor y ha recibido sus críticas, pero que en el fondo ha servido para dejar claro varios mensajes de parte del Rey que han calado en quien la haya escuchado. Unas palabras que buscamos oír los españoles después de ese discurso de Navidad, grabado nada más salir del hospital. Y que buscamos oír, no porque deseemos una absurda abdicación, sino porque queremos saber la opinión de la situación actual de este país del que puede verla desde arriba, y desde dentro. Porque el Rey, dentro de la España actual del devenir y la discontinuidad, y del quita y pon de leyes, es símbolo de continuidad y constancia, una voz que hay que escuchar. Aunque la corona se la merezcan aquellos pajes que ayer consiguieron cumplir los deseos de los más pequeños haciendo virguerías en la economía doméstica.
Un año más
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