Artículos I

Verde


La tentación de Eva es en esta ocasión mi quebradero de cabeza. Núcleo de la discordia que Paris tuvo que resolver en la Ilíada de Homero, es esta fruta brillante que adivino que al probarla hará que se contraiga mi lengua. Sin probarla puedo deducir que al morderla me castigaría con mordacidad, abriendo y enrojeciendo mis ojos, y haciendo que mi boca se cubriera del líquido elemento para sofocar ese fuego implacable y placentero. Verde que te quiero verde dijo Lorca una vez, y yo estoy con él. No dejo de intentar exprimirme el cerebro e intentar sacarme un jugo tan transparente y ácido como podría ser el de este alimento. No paro de preguntarme cómo describir el blanco tan intenso que debe guardar en su interior, pero tan susceptible a la vez al oxígeno que para mí es vida y para ella podredumbre. No ceso de pensar que puede que la pasión sea roja, pero que el placer sea verde.


Metro de Madrid



Desciendo las escaleras de piedra de la boca de Metropolitano, igual a tantas otras que hay en Madrid, y cuando abro la pesada puerta de cristal, percibo el cargado y viciado aire de la línea seis, la línea circular que encierra el centro histórico de la ciudad. Bajo por las aparentemente interminables escaleras mecánicas envejecidas, para adentrarme en el subsuelo, y llego a las taquillas donde encuentro al personal de seguridad y a los taquilleros. Acto seguido me dispongo a sacar mi abono para pagar el tributo a esta gigantesca red subterránea conectora de barriadas enteras, desde el extrarradio hasta el mismo corazón de la capital, a este entresijo de hierros que bombea trabajadores a toda la ciudad, a este cobijo de mendigos que proporciona transporte al madrugador y al trasnochador, al trajeado oficinista y al turista.


            A continuación me subo al antiguo tren, y después de algunas paradas me apeo en Avenida de América en donde encuentro sus corredores repletos de viajeros con un destino que ignoro, y sigo adelante para llegar a la línea cuatro. Espero en el andén la llegada de un tren más innovador. Subo al vagón y durante el trayecto me fijo en algunas personas en particular que siguen mi mismo camino, como por ejemplo un par de estudiantes, una anciana con abrigo de pieles sentada, curiosamente, al lado de un señor mayor con ropa ajada y aspecto sucio. De pie, junto a mí, encuentro a un hombre con traje y maletín leyendo un libro, y entre vagón  y vagón dos extranjeras hablando estridentemente en una lengua desconocida para mí.
            Durante el trayecto avisan por megafonía de las estaciones en las que nos adentramos y de sus correspondencias con otras líneas. Me doy cuenta de que al otro extremo del vagón donde voy, hay un grupo de adolescentes discapacitados, acompañados por sus monitores y que se apean del vagón, y desde la ventana veo el nombre de la estación, Esperanza. Por fin llego a Mar de Cristal más moderna y con sus pantallas de plasma y sus proyectores, para dar buena imagen a los que vengan de Barajas. Suben y bajan niños, gente con maletas  y demás multitud, pero a mí no me atañe, ya que hasta que no llegue a mi estación no tengo que prestar atención a esas imágenes, esas vidas que se entrecruzan y a veces chocan, en esa ingente trama de túneles oculta, que por un euro, te puede llevar de un extremo a otro de la ciudad o incluso más lejos, atravesando ríos, monumentos, calles célebres y cimientos de edificios emblemáticos.




Gris pero Negro


Gris es el color del día, negro el de mi vida que hoy siento como si se apagara. En este parque donde tanto tiempo he gastado con ella, tanto tiempo precioso y lleno de alegría que parece que hoy estoy pagando por todo su valor. Los árboles, desnudos y sin sombra, me miran majestuosos y con cierto desprecio; han sido testigos de lo que vivimos allí. Ni todos los charcos de este lugar, ni el propio estanque donde remé en círculos son equiparables a los mares de agua salada que inundan mi corazón en este día gris por fuera y negro por dentro. Aún oigo cómo el bullicio y el ritmo de la gran ciudad siguen su curso sin contar conmigo, y siento cómo el tiempo se detiene en este parque por el que ahora no pasea nadie.

Las hojas que bailaban a nuestro alrededor hace unos meses al compás de nuestro amor, ahora se pudren en la tierra después de haber sido pisoteadas tanto por personas como por animales. Vuelve a llover y veo cómo cada gota revienta contra el suelo, y cuanto más grande es , más ruido hace, como nos ha pasado a nosotros. ¿Era necesario que un amor capaz de surcar el cielo, bajase de la nube? Yo sigo pensando en qué deficiencia o lesión tiene mi alma como para que haya  sido convertida en víctima de la traición. 


Ventas


Majestuosa, inmortal, terror de la bestia, orgullo de Madrid, así me encontré cuando salí del metro, la plaza de toros de Las Ventas. La gente iba y venía, y entre el barullo, puestos de vendedores de varias mercancías. Desde banderas del país en el que se desarrolla este macabro arte, hasta dulces para los niños que quieran aproximarse al templo del animal burlado hasta su muerte. Es impresionante que una tradición tan cruel y sangrienta como es el toreo sea el sello más característico de nuestro país. Vi monumentos incluso de algunos de los hombres que se han hecho famosos por demostrar su valía ante el animal agonizante. El animal que no come animales pero que es vacilado y torturado hasta la muerte. Como trofeo las orejas y el rabo. Hoy he visto el sitio donde el hombre se convierte en la peor de las bestias, la que ataca, lucha y hace daño sin necesidad, sólo por, y para lucirse ante los que le admiran por su arte de crueldad.


Llegadas en la T-4


No sé si todas las personas involucradas en el gran proyecto que fue la construcción de esta gran y moderna terminal, pensaron en la cantidad de sentimientos y sensaciones que se viven en ella actualmente. Creo que exceptuando a los hospitales no hay ningún otro edificio en el mundo en el que se pueda llegar a ver tanto afecto y cariño como en los aeropuertos. Por mucho que he buscado en la zona de llegadas de esta terminal, no he visto malos modos ni gestos obscenos o mal trato. Sólo abrazos, sonrisas, besos e interés por cómo ha sido el viaje y qué tal le ha ido todo al recién llegado. Pero con diferencia, lo que más me gusta es ver las caras de la gente esperando a que se abran las puertas y salga su ser querido, y que por mucho que se abran y no haya salido, nunca se cansen de mirar y tener esa impaciencia por ver a esa persona salir. Y me gusta sobre todo porque creo que antes de los abrazos o los besos es lo que más demuestra que realmente te importa alguien, porque van hasta allí gracias a que están impacientes por ver a esa persona, y por saber cómo está. Y entre enamorados, ya es difícil encontrar besos tan románticos y esperados como los de los aeropuertos.


El Elefante


Creo que el arte es otra forma de expresión que tiene el ser humano, y como tal puede manifestarse de diversas maneras. Ésta escultura situada en la plaza que dibuja el Caixa Forum, en la que podemos ver un elefante haciendo el pino con la trompa, creo que es divertida, aunque su forma desdibujada con rugosidades exageradas nos pueda provocar rechazo a primera vista. Pero lo que realmente la hace tan peculiar es la imaginación que hace falta tener como para moldear a un elefante en tan extraordinaria, y a la vez biológicamente imposible posición. Creo que todos esos pensamientos circulaban por las mentes de cuantos allí se encontraban cuando fui a verla, desde parejas haciéndose las fotos con su móvil, hasta los habituales turistas de toda raza y edad. Aunque lo cierto es que no había mucha gente alrededor de la escultura, sí que había un poco de todo, pero sobretodo, lo que más se notaba en el ambiente era curiosidad y expectación a mansalva. Algunos seguramente habrían ido a caso hecho, como hice yo, y otros ni sabrían que era una escultura de Miquel Barceló y que sólo permanecería allí por un periodo determinado de tiempo. En cualquier caso el arte ha tenido siempre mucha polémica, pero claro, para gustos, los colores.