El rey don Juan Carlos firmando la Constitución de 1978 |
No es el primer
aniversario de la Constitución de 1978 en el que España se cuestiona sobre sus
cambios. Y con más intensidad ahora que la crisis aprieta más que otros años y
donde hay un clima de separatismo repartido por todo el país. 34 años no son
muchos pero lo cierto es que el ambiente que se vivía en España por aquel
entonces, después de una larga dictadura, es muy distinto del que tenemos
ahora, con una establecida democracia y una profunda crisis económica, política
y social. Empezar por la supresión de las absurdas comunidades autónomas sería
un acierto. Un referéndum para suprimir el sistema D'Hont tampoco sería un mal
paso para seguir. Y como continuación propondría la división de poderes en una
justicia independiente, un Congreso unitario en lo que a la identidad de España
se refiere, y un Senado funcional.
Reloj de la Puerta del Sol |
Pero no era la
Constitución la única que protagonizaba tan esperado y reparador puente.
Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción también nos otorgaba el otro día de
fiesta. Así muchos disfrutaban de un tiempo que ocupaban asomándose a la
ciudad. En Madrid se podía observar cómo Preciados se convertía en la entrada a
un auténtico hormiguero de personas que se agolpaban en la Puerta del Sol y
alrededores. La Plaza Mayor casi añoraba lo despejada que se sentía cuando era
plaza de toros o cadalso de condenados. El oso y el Madroño se entrenaban para
el «photocall» en el que se convertirán en los próximos días. Y el kilómetro 0
ya lucía cual estrella de la fama. Aunque no tan reluciente como «La
Mariblanca» que se acicalaba en consonancia con las recién estrenadas luces de
la ciudad. Todo un ajetreo que anima a cualquiera que se sienta pesimista cuando
abre un periódico estos días. Y si no, que se lo pregunten a los esperanzados
clientes de la Lotería de Navidad que esperaban hasta 4 horas ansiosos por comprar ese billete
con un destino más cercano a la felicidad. Y es que 200 años de Lotería
Nacional son muchos años. Pero si le sumamos que va a ser el último sorteo sin
tasas, la ilusión y los sueños de los compradores de décimos no se pueden
equiparar a la de los pequeños espectadores de la, siempre mágica, Cortilandia.
A pesar del tiempo, la ilusión se mantiene
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