lunes, 11 de febrero de 2013

Invierno de fiesta

Carnaval de Venecia
En una época en la que, si la economía no nos daba un respiro, ahora son los disgustos que nos atizan nuestros políticos, llega la hora de las celebraciones. Es tiempo del exceso, de saltarse la dieta, la norma y la regla. Aunque otros ya le hayan cogido afición a eso de saltarse la ley, o estén hartos de hacer siempre lo políticamente correcto. El caso es que llega el Carnaval, tan esperado por algún que otro sinvergüenza, y tan temido por aquel mojigato que teme concederse ese último capricho, o darse a los pequeños vicios antes de pasar los 40 días de ayuno y abstinencia. Aunque se reduzcan a no comer carne los viernes. Y es que, aunque parezca mentira, la mesura es protagonista en este tipo de celebraciones, y más en tiempos de escasez. Pero porque la continencia ha de tenerse en época de abundancia y en la de carestía. Hay que saber medir las proporciones cuando queremos disfrutar de una orgía de chocolate en el sofá, o de verter esa cascada blanca de leche condensada por nuestra garganta, o apuntamos a nuestra boca con el dedo dispuesto a apretar el gatillo de aquél bote de nata en spray. Pero también hay que saber medir cuando las fuerzas flaquean con la falta de vitaminas, el cansancio se vuelve crónico con tal de no probar el azúcar, o cuando la anemia llama a nuestra puerta. 

El año nuevo chino en la Puerta del Sol
Es un contraste que se da ahora mismo por doquier. Si ahora reímos, bebemos y comemos con alegría es porque la Cuaresma acecha, pero también porque da gusto echarse a la calle y bañarse en alegría cuando la realidad es otra. Está bien que por unos días nos sumerjamos en la celebración para que, el día de la radio, miércoles de ceniza, vivamos más acorde a como deberíamos y dándonos cuenta de lo preciosos que son aquellos momentos de la abundancia. Porque con las vacas flacas se aprende que hay que saber valorar como se merecen a las vacas gordas. Los chinos dicen que el año de la serpiente que comienza trae buena fortuna. Esperemos que la carestía limpie y deje ver las deficiencias de ese sistema que ha dejado que nos hundamos en esto para que la abundancia que venga a continuación se asiente sobre unas bases saneadas. Aunque la vida siempre tendrá su devenir tenemos que saber exprimir lo mejor que tiene cada momento. Porque es fácil ver los colores de las alergénicas flores en primavera, hay que esforzarse por observar la belleza del carnaval que hay en cada frío invierno. 

Celia Cruz "La vida es un Carnaval"

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