lunes, 11 de marzo de 2013

Factor sorpresa

Estación de Atocha
Siguen pasando trenes. Claro que siguen pasando trenes, y en todos los sentidos. Se suma con hoy un año más a aquella tragedia grabada a fuego en todos los que madrugábamos pensando que iba a ser un día más y, desgraciadamente, no lo fue. Pero Atocha sigue su ritmo habitual, porque la vida, y su frenético ritmo, continúa. Yo lo veo como jugar en la orilla de la playa. Ya puedes hacer una de las portadas de la Sagrada Familia de Gaudí a escala 1:100, que el viento y las olas se confabularán para que no dure. Y a cada año como una ola. El primero es el recuerdo vivo de la tragedia que fue ayer mismo, y la década será importante. Hoy hay menos flores que otros años, pero ahí quedan los monumentos, los testimonios, y los familiares de aquél chaval que repasaba su examen, o esa mujer que pensaba en la reunión de las diez, la cena que iba a hacer y si le quedaba bien la falda que se puso aquella mañana. 192 historias que terminaron en un tren. 

Cartel de la película de José Sancho "Crematorio"
Del 11-M se han sacado muchos mensajes contra el terrorismo, pero en estos días en los que no hacemos más que acordarnos de nuestros muertos hay una lectura que todavía no he oído. Fue una masacre, una crueldad sí, pero lo que hace especialmente duras estas tragedias es el factor sorpresa. La única certeza sobre la muerte es que nos llega a todos. Ni Hugo Chávez sabía cuándo iba a morir, ni el actor José Sancho cuya muerte nos sorprendía desde el mismo lunes pasado. Y en cuanto a explosiones se refieren, tampoco se esperaba que se produjera una en la clínica donde está el Rey, por mucho que tan sólo fuera por la combustión de unas bombonas de oxígeno. Es impredecible, por eso hay que disfrutar del viaje, porque no sabemos cuanto va a durar. Y después de una pérdida, de un fracaso, de un error, siempre siguen pasando trenes, es la parte buena, y cruel, que tiene la continuidad de este mundo que bate con sus olas nuestros recuerdos. En este día de difuntos español, aunque podemos lamentarnos de aquellos que ya no están en el vagón, también podemos elegir mirar por la ventana y observar. Podemos obcecarnos en nuestros planes, la reunión de las 10 o el examen de turno, o mirar por la ventana un paisaje efímero. Acordémonos de los que no están para abrazar más fuerte a los que todavía nos acompañan en este duro, escarpado y precioso viaje. 

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